miércoles, 9 de julio de 2008

9 de Julio


Era una tarde gélida de invierno, de esas en las que la mayoría de la gente se queda encerrada en sus casas. No obstante, decidimos salir a hacerle frente a las inclemencias del tiempo. Llovía ligeramente y había viento.

"Es una buena tarde para ir al cine", dijimos.

Salimos de casa y nos dirigimos a la parada del colectivo. Para ese momento la garúa se veía más pesada y caía erráticamente sobre nosotros. Con el correr de los minutos el frío empezó a penetrar nuestros abrigos, hasta llegar a nuestros huesos. Esperamos casi media hora y, derrotados, decidimos volver. En el camino de regreso vimos que la extraña llovizna que nos azotaba en forma constante dio paso a algo que se veía un tanto más grande que una gota de lluvia y que no descendía de forma rápida, sino que suavemente se posaba sobre las plantas, los árboles, las casas y sobre nosotros mismos, que éramos los únicos que en ese momento estábamos fuera. Los tres creímos que se trataba de nieve, pero nadie se animó a decirlo por temor al ridículo.

"Es imposible, estamos en Buenos Aires", pensé, aunque en mi rostro y en el de los demás se dibujaba una sonrisa imposible de disimular.

Cuando entramos a casa mi madre, preocupada, nos preguntó el por qué de nuestro retorno.

"Está nevando" le respondimos a coro, pero como era de esperar, no nos creyó. Encendimos el televisor, y efectivamente confirmamos nuestras sospechas. "NIEVA EN BUENOS AIRES" decían los titulares. Inmediatamente salimos a la calle. Nevaba cada vez más copiosamente y los vecinos y los niños del barrio aparecieron para ver aquel espectáculo maravilloso. Mi madre se sacó el pijama, rápidamente se puso la ropa más adecuada que encontró en su armario y salió. Al igual que la mayoría, ella nunca había visto nevar y, como todos los que estábamos presenciando ese fenómeno, tenía un brillo de ilusión en su mirada.

Cada tanto entrábamos a casa para ver el noticiero y enterarnos de lo que sucedía en otras partes de Buenos Aires. La sensación era la misma en todos lados. La alegría se reflejaba en las caras de la gente, las risas eran tan blancas y radiantes como los copos que estaban cayendo sobre las plazas y jardines. Todavía recuerdo la picardía de aquel chico que se puso a tomar sol en traje de baño como si fuera enero y estuviera en la Bristol.

La fiesta siguió hasta el anochecer, momento en el cual la nieve empezó a ser más fuerte, haciendo que todo se viese más claro aún. A nadie parecía importarle el intenso frío. Los grandes jugaban a la par de los niños, lanzándose bolitas o armando figuras de diferentes tamaños y formas. Algunos sacaban fotos y los abuelos sólo miraban desde las ventanas.

***

Al día siguiente salió el sol y la nieve ya se había evaporado. En algunas esquinas se podían ver restos derretidos de lo que horas atrás habían sido muñecos. Todo se había desvanecido, como si hubiese sido un sueño. Sin embargo, los rastros de aquel día seguirán en mi memoria y en la de todo el que haya estado ahí, aquel 9 de julio de 2007, en el que todo el mundo fue feliz, al menos por un día.



5 comentarios:

Romina dijo...

Pido disculpas a aquellos que me leen por haberme retrasado en escribir, estuve un poco enfermita, pero ya me curé y aquí estoy de vuelta!

Ariel Santana dijo...

Nieve en Buenos Aires... Felicidades.

Romina dijo...

Gracias!

mazlov dijo...

Me acuerdo!!
Yo estaba en Cordoba ese dia, donde tambien nevo mucho. Fue Increible!!

Romina dijo...

Si, ahora que me acuerdo nevó por varias zonas del país donde es difícil que nieve... Fue re-lindo... aunque supongo que en la patagonia se habrán reido de nuestros minúsculos muñecos de nieve bonaerenses, allí no había tanta... :P
Saludos.