jueves, 7 de agosto de 2008

Del otro lado del océano (Episodio II: La Romina contraataca)


Eran las cuatro de la mañana cuando bajé del avión. Hacía frío y estaba bastante cansada por el trayecto. Me abrigué con lo que tenía a mano y me subí al micro junto con el resto de los pasajeros. Pasé el control de pasaportes y emprendí el camino hacia la terminal de donde partiría mi vuelo a Barcelona. El aeropuerto era tan grande que tuve que caminar durante unos veinte minutos para encontrar la puerta de embarque. Cuando por fin di con ella, me vi rodeada de gente con trajes, corbatas y zapatos caros. A esas horas sólo viajaban hombres y mujeres de negocios y yo. Aún faltaba una hora y estaba nerviosa.

Traté de calmarme leyendo un libro que tenía en la mochila, pero fue en vano. No podía dejar de pensar en como sería aquella ciudad de la que tantas imágenes había visto en los últimos meses, pero en la que nunca había estado. Me preguntaba cómo sería mi nuevo hogar y la familia y los amigos de Ferran. Pensaba en cómo sería la gente, sus costumbres, y si me agradaría estar ahí.


***

Lo único que recuerdo además del despegue fue el aterrizaje. Me había dormido tan profundamente que no me había dado cuenta de nada de lo que pasó entre medio. Salí un poco atontada y siguiendo unas flechas terminé en el lugar equivocado. Cuando fui a recoger mi equipaje sólo estaba mi maleta, llena hasta casi reventar. De repente me encontré delante de una puerta negra. Estaba sola y, aunque con temor a equivocarme nuevamente, la traspasé. En ese momento vi a Ferran. Solté mis cosas y corrí hacia él. Medio año atrás habíamos estado en una situación similar, pero ahora era yo la que había cruzado el Atlántico. Nos dimos un beso y un abrazo. Cuando sentí esa calidez me di cuenta de que a partir de aquel momento ya no volveríamos a tener ningún océano de distancia.


Per a Ferran, a qui estimo molt.